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La oportunidad que me dio el COVID-19

La historia sobre los días en que decidí cumplir mis sueños

En estos días una de mis mejores amigas me dijo: “¿Qué está pasando contigo? Me gustan todos esos ajustes que estás haciendo. Ya casi no te conozco”. Sucede que en medio de esta pandemia global que nos tiene semi-encerrados y, a algunos, aterrados por el COVID-19 yo he decidido hacer cambios en mi vida. Comencé a levantarme a las 5:00 de la mañana para salir a correr y pasé de fatigarme en 10 minutos a correr 40 sin parar. Estoy haciendo cambios en mi dieta y de repente me encuentro degustando un risotto de arroz de coliflor. ¡COLIFLOR! Quien me conoce sabe que soy una carnívora empedernida y que saludo con distanciamiento social a los vegetales. Quien me conoce aun más, como mi amiga, sabe que ODIO la coliflor. Bueno, la odiaba ahora la disfruto. Y estoy escribiendo estas líneas porque me propuse firmemente dejar de soñar y ponerme a actuar.

Durante los días de encierro me di cuenta de varias cosas:

  1. La energía que necesito para trabajar, cuidar a mis hijas, atender mi casa y desarrollar este nuevo proyecto no la voy a conseguir acostada en mi cama deseando que amanezca un poco más tarde.
  2. La desaparición de mi barriga de posparto, que llevo cargando desde hace 5 años, no va a suceder mirando las estrías alrededor de mi ombligo todas las mañanas.
  3. Tampoco escribiré un libro antes de los 40 solo por cargar a todas partes la libreta bonita que me regaló mi madre por mi cumpleaños.

¡Decidí actuar! No fue una decisión fácil, tampoco me levanté un día y dije voy a cambiar mi vida. La verdad es que ha sido un proceso de años y la pandemia me ha dado un poco de tiempo para organizar el aprendizaje acumulado, para tomar decisiones y sobre todo para actuar. No te creas que ha sido un paseíto por el parque.

Después de un mes de encierro y de que mi hija menor me dijera que quería otra mamá, me deprimí. Estuve unos días vagando por la casa incapaz de hablar o de comer y llorando a escondidas en el baño. No fueron muchos días porque mi marido, que sabe bien cómo despertarme del marasmo de la depresión, me puso en tierra y me dijo con todo el amor del mundo que me necesitaba y que las niñas necesitaban a una mamá feliz (y él también necesitaba a una esposa feliz). Así es que volqué la ansiedad en bolsas de Doritos y botellas de Albariño y volví a mi yo contento y autodestructivo.

Mientras tanto, las cosas en el trabajo iban bastante bien hasta que algo empezó a romperse. Verás, me gusta crear cosas y sobre todo me gusta crear cosas para otros y que les encante lo que he creado. Entonces, cuando hago algo para otras personas y no les gusta y lo arreglo tres veces y sigue sin gustarles caigo en el más profundo de los agujeros del mundo laboral y me convierto en nube negra. En esos momentos todo parece una tormenta de la que no tengo salida.

Esto ya me ha pasado antes y me ha llevado a estados de ansiedad y depresión de los que solo puedo salir renunciando. Pero espera, me gusta mi trabajo, me tratan bien, me gusta lo que hago y en general a todos le gusta cómo trabajo. Lo que pasó fue solo UNA decepción. Entonces fue como chocar con la pared de mis propios errores. Me di cuenta de que estaba haciendo lo mismo que hacía en trabajos anteriores:

  1. Montarme en el tren de la queja constante
  2. Ver los errores de los demás e ignorar los míos
  3. Sufrir sin mesura porque algo que hice no gustó

¡Carajo! Y perdona la palabra, pero es que me di cuenta de mi comportamiento infantil y egoísta. Entonces, supe que:

  1. Ya había crecido y de que las experiencias pasadas no habían sido en vano
  2. Soy yo la que tiene que superar con más gracia las decepciones
  3. Las cosas del trabajo NO son ataques personales

¡Ay santo! Pero sí yo sé todo esto, ya lo aprendí tantas veces. Estuve a punto de caer en esa espiral de autodestrucción, otra vez. Así que dije, NO MÁS. Yo sé que quiero hacer muchas más cosas de las que hago hoy día, pero también sé que estoy en un buen lugar y que es mi responsabilidad cuidar y proteger lo que he logrado hasta ahora, sin niñerías.

En estos meses he tenido la oportunidad de darme cuenta de que he crecido y de que he aprendido de los errores del pasado. Antes pensaba que el poder cumplir mis sueños no dependía solo de mí, sino que mis circunstancias moldeaban cómo y cuándo podría lograr las cosas que tanto anhelaba. Estos meses me han ayudado a ver que lo que necesito es tomar decisiones y mantenerme firme con ellas. Así es que entré en este viaje de:

  1. Ser consistente con mis decisiones, por eso me levanto a correr en las mañanas, aunque no tenga ganas
  2. Dejar las conductas autodestructivas, por eso cambié los Doritos por la coliflor y le bajé bastante el Albariño
  3. Comenzar a actuar y dejar de soñar, por eso escribo este blog comprometida con misma a cumplir mis metas

¿Y tú, cómo has pasado estos meses? ¿Qué cosas has aprendido? ¿Qué enseñanzas te ha traído el encierro y la pandemia? Cuéntamelo en las redes sociales de @ApagandoFuegos. Te espero.