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Lección aprendida

Sobre la humildad y el poder de aprender de los errores

Durante mi primer encuentro con ella, vi cómo le explicaba a jóvenes del sistema del Departamento de la Familia que podían manejar su futuro como un proyecto para comenzar su vida adulta. Hablaba de conceptos complejos, pero los explicaba de una forma tan sencilla que estos chicos de 17 años terminaron con un plan estratégico para lograr ser independientes y autosuficientes. La entrevisté para el periódico en el que trabajaba y me contó que ofrecía adiestramientos para preparar a profesionales como gerentes de proyectos. Yo aún no sabía qué era eso, pero pronto captó mi atención. 

Al poco tiempo, mi marido se volvió su alumno y entonces hablábamos de ella en casa. Cada vez que comentábamos situaciones de nuestros trabajos repasábamos alguna de sus enseñanzas. Nuestra favorita: ¡Nunca asumas! Con ella aprendimos que si no estamos seguros de lo que debemos hacer o que otros entendieron lo que deben hacer, hay que preguntar, hay que buscar respuestas, hay explicar, pero nunca se debe asumir. Cuando asumes que otros saben o que tú sabes, muchas veces fallamos o esperamos de otros más de lo que recibimos.

Unos años más tarde, la contratamos en la empresa en la que trabajaba para ofrecer talleres de gerencia de proyectos a empleados de diversas universidades. Entonces, me senté a escucharla con detenimiento. Entonces, comencé a estructurar mucho de lo que hacía en mi trabajo como un proyecto, claro a mi forma criolla de hacerlo. Entonces, tras escuchar su taller varias veces quedé fascinada con su manera de explicar la gerencia de proyectos. Cada anécdota que contaba terminaba con la misma frase: Lección aprendida.

Su nombre es Enid Vargas y es una gurú de la gerencia de proyectos, pero también es una oradora fenomenal. Tiene una anécdota para explicar cada tema que trabaja y cada historia tiene una lección. No teme mostrarse vulnerable y explicar los momentos en los que ha fallado. Cada historia, cada situación, cada proceso es un momento para aprender y ella lo sabe muy bien. Las primeras veces que la escuché pensaba en lo valiente que era al mostrarse tan real, al hablar con tanta facilidad sobre sus fallos y sus errores. Yo crecí pensando que hablar de nuestros errores era sinónimo de mostrar debilidad, pero Enid transformó esa noción y le dio otro significado, al menos para mi. 

Aquí te cuento cinco cosas que aprendí de Enid Vargas:

  1. Nunca asumas: Asumir te lleva a pensar, y peor aún a tomar decisiones y acciones, con información que no tienes o al menos de la que no tienes claridad. Cuando asumimos pensamos que los otros saben lo que tienen que hacer o que nosotros sabemos lo que nos toca. Es ahí cuando cometemos errores porque al llegar los resultados nos damos cuenta de que nos falló la comunicación y de que en realidad no teníamos claridad, ni los otros tampoco, de lo que había que hacer.
  2. Los errores te ayudan a crecer: A veces nos machacamos muchísimo cuando cometemos un error y pensamos que la hemos cagado y no hay vuelta atrás. ¿Y, sabes qué? A veces, no hay vuelta atrás pero hay otra ruta hacia el frente. Los errores son lecciones en las que podemos ver lo que no funcionó y hacerlo mejor la próxima vez.
  3. Compartir tus lecciones es bueno: Es bueno para ti porque te da seguridad, porque te ayuda a ver los fallos como aprendizaje y a moverte desde la enseñanza. Es bueno para los demás porque les demuestras que eres un ser humano como ellos, que también puedes fallar, pero que escoges aprender de tus errores y crecer. Sí, se puede aprender de los errores de otros.
  4. Las anécdotas te ayudan a conectar: Compartir una lección sin contexto, o sea sin explicar cómo la aprendiste se queda un poco en el vacío. El contexto siempre va a ser la clave para conectar con los otros para demostrar que si te pasó a ti, le puede pasar a otra y también que se puede aprender y se puede salir adelante.
  5. Mostrarse vulnerable tiene sus ventajas: No eres una robot, eres una persona de carne y hueso, que sufre y padece, que ríe y llora. Cuando te muestras vulnerable, sin caer en el victimismo por favor, te presentas como eres. Mostrarse vulnerable no es dar pena, es dar a conocer lo que te hace única pero a la vez lo que te hace poder mirar a otras personas a los ojos y decirles: “yo también estuve ahí y se puede aprender, se puede crecer, se puede salir”.

Las lecciones aprendidas, sobre todo aquellas que vienen por errores cometidos, son las que nos hacen más fuertes. Entonces, ¿por qué hablar de ellas sería sinónimo de debilidad? Todo lo contrario, nos ayudan a reflexionar, a evaluarnos, a ver que hemos crecido y a mostrarle a otros que fallar solo nos hace humanos y nos ayuda a crecer si aprendemos las lecciones que esos fallos nos traen. ¿Y tú, qué lecciones has aprendido recientemente? Cuéntamelo en las redes sociales de @ApagandoFuegos. Dale, te espero.